A veces me da miedo entrar profundamente en ellos y perderme ahí. No encontrar el camino de vuelta.
A veces me da miedo entrar y encontrarme con recuerdos, anhelos, deseos, dudas con las que no se cómo convivir.
¿Quién soy? ¿Cuál es mi historia? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Qué es lo que realmente quiero?
Hay días que me siento adormilada, entumecida, sumida en la rutina, esa rutina que opaca mis más profundos pensamientos y sentimientos.
Otros días aparecen a flor de piel aquellos que me hacen la mujer más dichosa y feliz del mundo. Que me invaden y me invitan a reir, a bailar, a cantar, a disfrutar de cada color, de cada sabor, de cada sonido, de cada respiro, de cada caricia. Me hacen ser consciente de un modo revelador de la maravillosa realidad que me rodea, que me envuelve y me cobija. De esta bella realidad que se ha ido construyendo a mi alrededor, que me he ido construyendo. Soy parte de todo y todo es parte de mi. Es alucinante!
Pero otros cuantos días se asoman estos otros pensamientos y sentimientos. Vienen a inquietarme, a cuestionarme. Son un poco como el viento, invisibles pero siempre presentes. Generalmente están calmados, pero de repente soplan con fuerza y llegan a alborotarlo todo. Quiero más de todo y de nada a la vez. Quiero sentir con intensidad, con locura. Conectar profundamente con todo lo que me rodea. El corazón se me desborda, se desboca.
Me asusta la monotonía, no quiero que la costumbre me haga dejar de sentir, pero a la vez me inquieta que ese miedo a ella me conduzca en algún momento a querer buscar caminos desconocidos que aparten mi atención de lo bello y profundo que tengo en mi presente.
Mi mayor temor siempre ha sido perder la ilusión. Despertar un día y no encontrar motivos para seguir adelante, perder mi brújula y quedarme inmóvil.
Tal vez por eso necesito que estos pensamientos y sentimientos vengan a buscarme de vez en cuando, que me desequilibren y me remuevan intensamente por un momento. ¿Para qué? Para que pasada esta tormenta interna pueda volver a enfocarme, a equilibrarme, a reencontrarme conmigo misma y con mi presente. Soy la misma, pero he cambiado un poco. Vuelvo a la misma realidad, pero con otros ojos, con las ilusiones renovadas, con los cinco sentidos más alertas y atentos para percibir todo aquello que se estaban perdiendo. Para seguir por este bello camino por el que he estado andando.
No hay monotonía en realidad, cambiamos y todo cambia sin parar. Cada segundo es una nueva oportunidad para reencontrarnos. Hay un principio y un final para todo, cada momento, cada respiro, cada suspiro es distinto al anterior y no quiero perdérmelo. He vuelto y no voy a perdérmelo.